Esta monografía analiza la fidelidad de Filipinas a la monarquía española en el contexto de las independencias americanas. En primer lugar, se examinan las tensiones entre peninsulares y los "hijos del país" derivadas del nuevo sistema político sancionado en las Cortes gaditanas. A continuación se interpreta la matanza de extranjeros acaecida en los arrabales de Manila en octubre de 1820, precisamente en el momento en que, jurándose la Constitución, estalló una epidemia de cólera causada, según rumores, por el envenenamiento de las aguas por extranjeros. Empero, sus causas profundas se remontan a los cambios generados en las Islas por las reformas borbónicas, que fomentaron una economía agroexportadora en la que se inmiscuyeron, originando tensiones con otros sectores sociales, los comerciantes foráneos establecidos en el puerto de Manila. En la desconfianza, surgida durante la masacre, del Gobernador Folgueras en la lealtad del ejército insular está el origen del fuerte malestar que fermentó desde entonces entre los "hijos del país". A las tradicionales tensiones con los peninsulares hay que sumar la solicitud del envío de militares desde España, sentida por los criollos como una humillación y un perjuicio en sus expectativas de promoción.

En abril y diciembre de 1822 fueron detenidos 18 individuos acusados de conspiración. Ante el temor de que si eran juzgados en Filipinas serían exonerados, el gobernador Martínez determinó, violando la Constitución, enviarlos a la Península en febrero en 1823. En junio estalló en Manila una insurrección armada que sofocada a las pocas horas, supuso la permanencia del archipiélago asiático en la monarquía. Dos años más tarde el Consejo de Indias falló la libertad de los detenidos; mas ante la noticia de que exiliados españoles en Londres se proponían pasar a las Islas, el Gobierno prohibió el regreso de los absueltos, aunque posteriormente permitió el de algunos de ellos.