Necesitamos una reflexión sobre la masculinidad y sus vicisitudes cotidianas capaz de dar respuesta a estar eealidades de discriminación, sensible a la red de exclusiones y vulnerabilidades que envuelve nuestra pobre forma de entender e incorporar la diversidad de género y preocupada de los malestares y violencias que hoy definen las relaciones entre hombres y mujeres. Solo se podrá avanzar en la necesaria revisión de nuestros sentidos y prácticas de género desde una perspectiva crítica feminista capaz de señalar las incongruencias de nuestras sociedades en las que el principio de igualdad se enarbola con orgullo mientras reforzamos cotidianamente, tanto desde las instituciones como desde nuestras prácticas ordinarias, un mundo desigual en la distribución de trabajos y realmente amenazante para las mujeres.